La sierva de Dios Teresa de Jesús Titos Garzón, nació en la ciudad de Granada (España) el 4 de enero de 1852. Desde su infancia manifestó una profunda inclinación espiritual. Nadie habló con ella que no quedara edificado. De corazón noble, sin dobleces, generosa en dar y perdonar. Franca, sencilla, alegre, compasiva, sacrificada, siempre igual en todo, humilde.
El 4 de enero de 1871 ingresó en el beaterio Santo Domingo y al año siguiente profesó como religiosa. Desde que se vio consagrada al Señor se trazó un plan de vida, programa de perfección
total que cumplió con fidelidad. Tuvo dos grandes amores: Jesús Sacramentado y la Virgen María. En su manera de obrar no dio lugar a discusiones, siempre obró con prudencia y discreción
siendo objeto de admiración y cariño. Al reprender, lo hacía obligando a la reflexión.
Su corazón se inclinó hacia los pobres, eran sus predilectos. Fundó la Congregación Santo Domingo en el año 1907 que tiene como apostolado peculiar desde sus orígenes, la instrucción en la
educación cristiana, especialmente a favor de la niñez y la juventud más necesitadas.
Sus últimas palabras fueron el legado de una herencia espiritual de gran profundidad y sencillez: “Dejadme morir en la cruz. Qué locos somos si no somos santos. Aprovechad, hijas, y no desperdiciéis el tiempo”. Murió en la cruz del dolor el 14 de febrero de 1915. Sus hijas continúan su obra legada de un carisma ungido de amor a Dios y a los hermanos en la enseñanza de la Verdad.
Sus restos mortales se encuentran en la Casa Madre de la Congregación, en Granada a los pies del altar de la capilla en donde tantas veces oró al Señor.
Actualmente se encuentra en proceso de beatificación.